lunes, 7 de enero de 2019

La banda de música



Muevo las caderas, salto, bailo y sigo las melodías de nuestra banda favorita con la voz bien alta. Mi pareja se fija en el guitarrista, delgado, con una curiosa melena de galán medio calvo que no renuncia a un estilo propio.

Bien entrada la noche, a las tantas. De regreso a casa, el espíritu extasiado, el cuerpo agotado. La mente suspirando por un descanso. Nos abrazamos en la cama un instante. Luego, cada uno se gira hacia su lado del colchón, acomodándose para una larga noche de descanso.

Al día siguiente. Ya es mediodía y la escucho preparándose un café. Me levanto y voy a su encuentro. Nos miramos, no hablamos. Ella sonríe como leyendo a través de mis ojos la energía que la memoria reciente va sedimentando en mi interior. Y, para activarla, se acerca al equipo de música y pone, a un volumen suave, una balada de la banda de música. Se me acerca, bailamos, los dos solitos en el lugar habitualmente destinado a los fogones, lentamente, juntitos, lanzándonos miradas furtivas o mirando al pequeño horizonte de las cuatro paredes que conforman nuestro matutino paraíso doméstico.

martes, 18 de diciembre de 2018

Espíritu navideño



Ignacio despertó triste. Era temprano, aún de noche, y, al subir las persianas, vio con toda claridad la iluminación navideña de la calle. Él no había tenido energías ni tan siquiera para montar un pequeño árbol para tales festividades en casa. Recordaba tiempos de antaño y se sumergía en la añoranza de épocas mejores. Sí, por aquellas fechas era ya un hombre que vivía en soledad.

Siguiendo un poco la inercia del día, se acicaló Ignacio y, tras leer un rato mientras dejaba que la mañana despertara, dejando que aflorara con ella la luz del sol y la vitalidad de la algarabía callejera, que siempre le daba una grata compañía a modo de rumor de fondo, salió a comprar unos turrones hacia una tradicional tienda del centro de la ciudad. No le importó la larga cola. Escuchaba a la mujer que le precedía susurrar a quien parecía la progenitora de aquélla. Hacía ella movimientos extraños, nerviosos y llamativos aunque parecieran buscar el anonimato.

Finalmente, la aparente progenitora le dio un empujón, animándola a descubrirse, y ella se giró. Era María José, la gran amiga con quien compartiera Ignacio tantas cenas y paseos años atrás. Y le saludó: para sorpresa de él, le saludó. Tantos años de distanciamiento y silencio y, de repente, surgió primero una charla improvisada y luego el fluir pausado de un nuevo paseo tranquilo en la más agradable de las compañías. Le invitó ella a comer por Navidad y supuso ello, para quien a primera hora despertara marcadamente tristón, la recuperación del entrañable espíritu de tan señaladas fechas.

lunes, 3 de diciembre de 2018

El sol de su vida



Amaneció con lluvias torrenciales, algo que acompañaba bien su turbulento estado de ánimo tras el sueño nocturno. A medida que fue avanzando la mañana, el aguacero se apaciguó, convirtiéndose en una lluvia ligera. Coincidió con su salida a la calle, en busca de frutas y bebidas. Protegido por un paraguas, su pensamiento se iba descomprimiendo. Llegada la tarde, la lluvia desapareció, dando paso a un sol radiante. Horas aquellas en que nuestro hombre fue al encuentro del motivo de su tormento matinal, apaciguado a mediodía y convertido en el sol de su vida cuando, radiante, la besó y fue correspondido.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Jerez



El anciano apuraba sus últimos días en una serena agonía. Paseaba con lentitud, siempre acompañado de su nieto, a quien confesaba íntimos secretos que no se quería llevar a la tumba, e invitaba a gozar de la vida.

Un día, hablando al chico de sus sinsabores durante la posguerra, recordó con súbito arraigo su tierra natal, Jerez. Le comunicó su necesidad de tomar asiento y descansar, y el joven le llevó al coqueto bar cercano. Allí, iba a retomar el hilo de sus andanzas cuando le entró la profunda necesidad de saborear un brandy de Jerez. El joven hizo que se lo sirvieran, sabedor de que el anciano deseaba vivir cada instante de su vida con plenitud. Retrotrayéndose a su juventud, aquel hombre bebió el espiritoso con lentitud y deleite. Luego, cerró los ojos y entró en un plácido trance del que ya no saldría.




sábado, 27 de octubre de 2018

Ritmos de tango



Tras una semana de trabajo gris, Adriana despertó al sábado descansada, con el estímulo propio de quien es consciente de que el tiempo corresponde al propio ocio y deleite. Lo cierto es que se había despertado tarde, remolona. Había dado la bienvenida al día con una buena tostada de confitura de higos acompañada de su cafecito, bien calentito. Si por la mañana sentía que tenía un mundo por delante para sí, como quien observa el vasto mar con hipnótica calma, a medida que fue llegando la tarde se apoderó de ella la excitación. Había elegido vivir a su aire, sin grandes ataduras. Lanzada a la aventura. Y el momento del vestido, el tacón y el baile se acercaba, cada vez más. Maquillada, peinada, engalanada, lucía su figura muy consciente de que su cuerpo le daba autoridad para ello. Lo hacía de camino a la discoteca, donde sonaron ritmos de tango. Buenos Aires, tierra de sus ancestros que evocaba mientras hacía giros de sensual dificultad con una ocasional pareja. Se olvidó de que el domingo por la mañana empezaría a pesarle la cercanía del lunes laboral y rutinario, inmersa en sí misma, en las caricias de su compañero de baile, en el estilo de vida que había elegido para sentirse, una vez por semana, feliz.



sábado, 6 de octubre de 2018

Vida y nada



Llegada una edad temprana, las turbulencias hacen mella en el desarrollo de una persona de hermoso interior. Dudas y tormentos. Su entorno se pregunta cuándo se encontrará a sí misma, cuándo se manifestara, de nuevo, ese hermoso carácter al exterior que la aprecia. Y es, se dice, el peaje. Hay que atravesar un puente hasta alcanzar el otro lado del río, aquel en que se ha conquistado la primera madurez. Y es entonces cuando, súbitamente, descubre ese bello carácter que sus padres ya peinan muchas canas, que él mismo debe asumir retos nuevos derivados de una nueva condición, sin otro objetivo que proseguir su camino en el recorrido de la vida, de maduración continua. Disfrutando de cada suspiro y preparando el camino a los que le sucederán. Hacia el final, sólo quedará su huella en el recuerdo de un puñado de seres y, quizá en papeles y fotografías dispersos. Por último, desaparecerá cualquier vestigio de sus tormentos, amores, amistades, bailes y desesperaciones, en el ciclo de la vida para la que fuiste esplendor y eres nada.

sábado, 25 de agosto de 2018

Paraíso distante



Un  lugar tranquilo. Verde hierba alfombra la tierra habitada. Tan sólo se ve la huella del veloz progreso en el camino que ha creado el transitar de coches hasta este apartado lugar. Me acerco al agua, procurando aliviar la angustia de mi soledad, y el chorro cayendo de la fuente me hipnotiza por momentos. Luego, sacio mi sed, absorto en el frescor del agua. Podría quedarme por un tiempo indefinido en este paraíso distante de la civilización. Arrancar las raíces que me unen a ella: olvidar y emprender un nuevo camino. Pero mi corazón palpita, revigorizado por el agua natural, la memoria despierta y, tras una intensa reflexión, emerge con toda su fuerza desde mi interior el sentido de la responsabilidad. Que me une a una vida alejada de campos verdes y aguas puras.