sábado, 13 de mayo de 2017

Escultor del espíritu


Nadie conocía el verdadero nombre de aquel hombre. Era un caballero que envolvía con el gesto y la oratoria. Atraía ingenuas mentes faltas de definición hacia sus promesas de un existente Paraíso. Y suturaba sus heridas, las moldeaba cual escultor del espíritu para dejarlas volar, libres ya.

Nadie entendía por qué, poseedor del secreto de la curación de los corazones, no despertaba en él un común instinto de posesión. Se llegó a especular que tenía el corazón roto por un lance de juventud, pero pronto se descubrió que también palpitaba la sensualidad de su masculina energía ¿Qué hacía, pues, que no surgiera de él el amor perdurable o el instinto de una cierta compañía? Los rumores continuos alcanzaron el nivel de la certeza: se le veía deambular por las noches de la ciudad, paseando por la catedral o sentado en una terraza ante una copa de vino… en una soledad contemplativa. Llegó un momento en que, aquella alma de fortaleza inquebrantable, venida de tierras sin huella, empezó a ver menguar la luz que irradiaba. La gente se preguntaba, preocupada, si no sería que las puertas del Paraíso se habían cerrado, pero fue entonces cuando los elegidos vinieron hacia él y, alados, se lo llevaron para glorificarlo.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Espejo de la vida


Una nueva etapa, creo yo. Heridas suturándose poco a poco en una piel todavía herida de recuerdo. La huella de una efervescencia repentina, inesperada y, finalmente, desaparecida. Atisbo mis entrañas con la mirada interior, y un tenue brillo invita al movimiento. Sí, aquello que en mi conciencia era una nueva etapa, emerge en forma de actitud. De modo que me pongo en pie, camino. La tarde primaveral ofrece un sol radiante, lejos de las lluvias recientes. Pareciera que el clima viene reflejando mi estado de ánimo. Paseo por la ciudad sin rumbo fijo. Inmigrantes, gente humilde… me paro en una librería low cost y detengo mi tiempo en busca de historias nuevas que me permitan hilar realidades fantaseadas, espejo de la vida que conmueve y remueve creando sentidos nuevos. La sugerencia de un título me lleva a fisgar entre sus páginas, y salgo a  la calle con el libro bajo el brazo. Sigo caminando, el paseo se ha hecho largo, mis piernas cansadas buscan reposo y, ya en una cafetería concurrida, me pido un cruasán artesano acompañado de un café. Sentado, miro en derredor expresiones de vida acomodada y estudiantes enérgicos. Quizá, soy el único circunspecto. Saco el libro de la bolsa, lo abro por el primer capítulo y, mientras el rumor de la cafetería desaparece surgiendo un silencio introspectivo, me adentro en nuevas historias que crean el reflejo en mis pensamientos de que sí es posible ese otro mundo.