jueves, 27 de marzo de 2014

Ese reducto

El zulo. Habitaciones compartidas, el pequeño mundo del adolescente, la vivienda mínima de un adulto. En ese reducto, la mente gira y gira, como le giraba al célebre protagonista de Crimen y Castigo, la universal novela de Fiodor Dostoievski. Aquel personaje, en su miseria, se vio abocado al crimen, y en su pequeño reducto doméstico hizo que el hilo de la noria girara y girara en su mente hasta el desenlace final. Lo cierto es que, bien pensado, aquel personaje ansió lo que por sus medios no podía alcanzar. Le pudo la debilidad ante la avaricia. Y sin embargo, sorprende ver a personas con escasos recursos que hacen de su vida virtud. Quizá pinten en una habitación de un piso compartido, o lean libros de la biblioteca junto a la ventana de la pequeña cocina acompañadas de un café con toda su cafeína. Se darán duchas rápidas o tendrán un abono para la piscina. Quizá se acerquen el fin de semana a primera hora a la cala para disfrutar de la pleamar en soledad y ver el amanecer; quizá lo hagan ya de noche. Vivirán, y al final nadie les podrá decir que han recorrido el camino del fracaso, las ilusiones frustradas o la infelicidad. Porque han hecho de la inteligencia virtud logrando que el sueño se palpite en el terreno del día y en el aura de la noche.

jueves, 20 de marzo de 2014

Los adalides de las emociones

La gestión de las emociones es un arte que puede repercutir en la vida diaria, común, de cada cual. Si nos tiramos los trastos a la cabeza, mala cosa. En cambio, ese esforzarse por conocer al otro, leer sus emociones hasta ir conociendo más y más profundamente su personalidad, no hacen que nos deslumbremos ante un gran descubrimiento, pero sí que ahondemos en la serenidad del sentido de la vida.
La moderación, sin embargo, no siempre es suficiente. Sería utópico pensar que la gran felicidad llega siempre, o que esta lo hace siempre al lado de un remanso. La moderación, esa tendencia a la comprensión, debe saber decir no, y la felicidad llega también con el frenesí o la aventura.

La calma es bastante asimilable a la paz. Al menos, sin paz no hay calma. La moderación, por tanto, es más propia de los países dotados de un equilibrio político en una sociedad desarrollada. Sin embargo, uno cae en la duda de quién provoca realmente la gangrenación de la incertidumbre, la ira y la violencia: pueden nacer en una mente autócrata asentada en pistas de pádel en el desierto, pero son mantenidas con el asentimiento de los adalides de la moderación y la serenidad que, desde su más aventajada posición, lo que están haciendo es gestionar las emociones del débil para que, en su temblor o temor, permita la calma y el disfrute de la vida en el fuerte. 

jueves, 13 de marzo de 2014

Viaje

Motocicletas de gran cilindrada, ambulancias, coches de policía. En el exterior, más allá de las paredes que forman su vida doméstica. Y, sin embargo, ¿qué es esta? Disputas, heridas emocionales que amenazan con llegar al desafío físico ¿Y qué genera? Intranquilidad, desasosiego. La incapacidad para caminar por la calle con paso firme, incertidumbre sobre sus propios proyectos ¿los hay? ¿no se han resquebrajado ya?

Sin horizonte, el caminante camina conducido por una inercia que lo va liberando de lastres: suelta el petate, sus suelas se desgastan, los pantalones van quedando raídos, con algún agujero. Hace alguna chapuza aquí y allá para poder comer, beberse una cerveza fresca y no dormir al raso. Y, a medida que se aleja, va descubriendo que no hay trasiego apenas: atravesando el bosque, olvida las motocicletas, ambulancias y coches de policía. Se sienta junto a un remanso de agua, saca su bocadillo y llena la cantimplora de agua fresca que bebe con gusto. Tras la comida, se apoya sobre un tronco acolchado por su abrigo, tranquilo, sosegado. Duerme profundamente y nadie le despierta de la paz de sus sueños, que es tan bella como la sencillez que encuentra al despertar.

jueves, 6 de marzo de 2014

Ingenio

               
  Existen en nuestro tiempo historias que nos templan la percepción cruda, directa y salvaje de la realidad en las películas que vemos en el cine o la televisión, de mayor o menor calidad, dándonos, con ello, una mayor o menor distorsión en nuestra percepción de la realidad de la que a veces huimos con ellas y, a veces, tratamos de comprender. Entre las historias que desde tiempos remotos cumplen esta función en las sociedades, imperaron primero las narraciones orales, las pinturas rupestres…

Sin embargo, si bien es cierto que la comodidad del sofá, una buena butaca en el cine o qué sé yo qué facilidades más dan la posibilidad de dar un par de vueltas al mundo y, dentro de la fábula en que estamos inmersos viendo quizá un simple telefilme, como receptores que somos, quizá fabular también a su vez organizando el mundo de esta o aquella manera… si bien todo ello es cierto existe la realidad de que cuando tenemos que recurrir al ingenio, este obra milagros. De tal modo, no sé bien si el natural estado cultural en que vive extendidamente nuestra sociedad es de por sí suficiente, o si realmente, la propia vida y por ende la propia cultura son más propicios a encontrarse con el, peligroso, estado natural de las cosas, hacer de la lucha ingenio, y de ahí, habiendo aprendido los sonidos antes que el abecedario, remontarse ya a los elevados estratos de la cultura. En caso contrario, temo que el espectador o el lector incurran en una irrealidad excesiva, y el artista o el intelectual en una pura abstracción, un excesivo análisis o, simplemente, en pura pedantería.