Tras una semana de trabajo gris, Adriana despertó al sábado
descansada, con el estímulo propio de quien es consciente de que el tiempo
corresponde al propio ocio y deleite. Lo cierto es que se había despertado
tarde, remolona. Había dado la bienvenida al día con una buena tostada de
confitura de higos acompañada de su cafecito, bien calentito. Si por la mañana
sentía que tenía un mundo por delante para sí, como quien observa el vasto mar
con hipnótica calma, a medida que fue llegando la tarde se apoderó de ella la
excitación. Había elegido vivir a su aire, sin grandes ataduras. Lanzada a la
aventura. Y el momento del vestido, el tacón y el baile se acercaba, cada vez
más. Maquillada, peinada, engalanada, lucía su figura muy consciente de que su
cuerpo le daba autoridad para ello. Lo hacía de camino a la discoteca, donde
sonaron ritmos de tango. Buenos Aires, tierra de sus ancestros que evocaba
mientras hacía giros de sensual dificultad con una ocasional pareja. Se olvidó
de que el domingo por la mañana empezaría a pesarle la cercanía del lunes
laboral y rutinario, inmersa en sí misma, en las caricias de su compañero de
baile, en el estilo de vida que había elegido para sentirse, una vez por
semana, feliz.
Un lugar donde expresar libremente las reflexiones más variopintas, desde la plácida mañana a una dosis de buena literatura.
sábado, 27 de octubre de 2018
sábado, 6 de octubre de 2018
Vida y nada
Llegada una edad temprana, las turbulencias hacen mella en el
desarrollo de una persona de hermoso interior. Dudas y tormentos. Su entorno se
pregunta cuándo se encontrará a sí misma, cuándo se manifestara, de nuevo, ese
hermoso carácter al exterior que la aprecia. Y es, se dice, el peaje. Hay que
atravesar un puente hasta alcanzar el otro lado del río, aquel en que se ha
conquistado la primera madurez. Y es entonces cuando, súbitamente, descubre ese
bello carácter que sus padres ya peinan muchas canas, que él mismo debe asumir
retos nuevos derivados de una nueva condición, sin otro objetivo que proseguir
su camino en el recorrido de la vida, de maduración continua. Disfrutando de
cada suspiro y preparando el camino a los que le sucederán. Hacia el final,
sólo quedará su huella en el recuerdo de un puñado de seres y, quizá en papeles
y fotografías dispersos. Por último, desaparecerá cualquier vestigio de sus
tormentos, amores, amistades, bailes y desesperaciones, en el ciclo de la vida para
la que fuiste esplendor y eres nada.
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