Amaneció con lluvias torrenciales, algo que acompañaba bien
su turbulento estado de ánimo tras el sueño nocturno. A medida que fue
avanzando la mañana, el aguacero se apaciguó, convirtiéndose en una lluvia
ligera. Coincidió con su salida a la calle, en busca de frutas y bebidas.
Protegido por un paraguas, su pensamiento se iba descomprimiendo. Llegada la
tarde, la lluvia desapareció, dando paso a un sol radiante. Horas aquellas en
que nuestro hombre fue al encuentro del motivo de su tormento matinal,
apaciguado a mediodía y convertido en el sol de su vida cuando, radiante, la
besó y fue correspondido.
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