viernes, 29 de diciembre de 2017

La verdadera enseñanza


Un buen día, me enseñaron algo que nunca había descubierto por mí mismo. Ensimismado, llevaba tiempo reservándomelo todo para mí. Y fue un buen día, sin comerlo ni beberlo, aunque lo cierto es que estábamos compartiendo un café con su dulce. Sin comerlo ni beberlo, llegó la enseñanza con el estómago trabajando. Me pregunto si tantas teorías, si tantas reflexiones y análisis de los sentimientos tuvieron algún efecto más allá de otorgarme cierta predisposición al entendimiento. Porque lo cierto es que el reflejo de las enseñanzas librescas lo vi claramente en sus ojos, en sus gestos y en el discurso de su voz. En aquellos momentos, me di cuenta de que la verdadera enseñanza provenía de una mañana de invierno, de una cafetería en una mesa de dos, de su grata compañía y el arte de vivir.

La magia de una nota musical


Todo el día confuso, encerrado en mi habitación con el único refugio de un concierto de música para guitarra española. El gran maestro sacando sonidos celestiales de sus cuerdas. Poco a poco, cae la noche, el concierto que no se cansa de resonar en mis oídos, sigue despertando mi imaginación. La musicalidad logra ya, a esas horas, que me penetre su calma. Sin duda, ayuda el cansancio, aunque a lo largo del día llegué a sospechar que no conciliaría el sueño. Las turbulencias de mi confusión, así, van dando paso a la claridad mental que invita a pensar en una revelación. En la linde del sueño y la vigilia, de la lucidez y la pérdida del juicio, se ha producido la magia de una nota musical en el flujo de mi concierto vital, acechado, acechante y, ahora, complacido por su vislumbre.