viernes, 27 de julio de 2012

Gonzalo

Es un renacuajo. Se pasa el día haciendo actividades junto a otros compañeros y cuando, a la vuelta a casa, parece que debiera estar rendido, pide la merienda y más marcha. Está de vacaciones, y se lo pasa de maravilla, desinhibido ante cosas que son muy novedosas para él. Lejos de sus padres, a expensas de otra rama de la familia. Conserva aún la inocencia, inocencia que empieza a ser picarona. Pero contagia felicidad y sorprende por su sinceridad. Come como una lima y se mantiene delgado: ¡quién pudiera! Es educado y cuando, tras la ducha nocturna, ya se siente cansado, se convierte en un corderito domado: parece que no se trate el mismo que correteaba de aquí para allá unas horas antes y soltaba una batería de ilusionadas anécdotas sobre las aventuras del día. Es, ni más ni menos, mi sobrino Gonzalo disfrutando de sus vacaciones.

viernes, 20 de julio de 2012

Pequeños placeres

Anteayer, cuando al despertar noté que tenía el brazo extendido por encima de la cabeza, no caí en la posible relevancia de que la extremidad se me hubiera quedado dormida, como si invitara al resto del cuerpo a incorporarse solicitando educadamente que la dejaran remolonear un rato más en la cama. Hice un esfuerzo para levantarme y, cunado noté que el brazo de apoyo para impulsar mi cuerpo hacia la verticalidad era el brazo rebelde, ya era demasiado tarde: me vi, con la mente todavía ensoñada, tumbado en el suelo. Destrezas.

En esta época en que tan importante es hacerse una idea a menudo indignada de la realidad de nuestro país, resulta agradable saber que aún podemos relativizar, saltarnos algún telediario y gozar, quizá en silencio, ojalá a media tarde, en cualquier caso resguardados del sol, por qué no en una butaca desde la que entre la ligera brisa desde la terraza. Gozar de ello en silencio, con una calma de entresueño que nos hace pensar que quizá los místicos no estuvieron tan desencaminados. Y es grato que el único gasto necesario es el ya no tan normal caso de tener a tu disposición una vivienda desde donde disfrutarlo. Y es que el verano de ventanas abiertas y largos días es agradable, pero su calor a menudo nos indica requiebros para disfrutar de la estación festiva por excelencia.

viernes, 13 de julio de 2012

Gozo

En estos tiempos veraniegos, de nocturna vitalidad o sauna en el dormitorio, la música se convierte en protagonista. Una sencilla canción, pop ligero, dance o con ciertas pretensiones de autoría nos alegra el baile o el sueño y de madrugada nos sorprendemos con el fin de la fiesta o desenchufando el auricular del teléfono desde donde escuchábamos la radio.

El lado opuesto, a mi modo de ver, es aquel en que vemos al personal enchufado todo el día, calle a través, a sus auriculares, perdiéndose la atmósfera natural de la muchedumbre, aislado.

Lo dicho anteriormente es una forma de evasión que he encontrado yo, fuera de mis exigencias en otros ámbitos como la literatura, donde busco la profundidad que, siendo ortodoxamente consecuente, quizá debiera buscar en la música  a través de la música clásica. Otros tendrán evasiones en la tele o libros ligeros. Quizá revistas de cotilleo. Todo vale pero, por favor, no nos olviemos de mantener nuestro patrimonio cultural porque, en mi recuerdo, no se me ocurre mejor modo de entretenimiento que asistir a una representación teatral de El Sueño de una Noche de Verano, de Shakespeare o una buena película.

viernes, 6 de julio de 2012

El hábito del deporte

He tenido temporadas de deportista y, largas, temporadas de sedentario. He estado en forma y he estado redondo. Ha habido épocas en que con la sola actividad del día ya me sentía bien. Sin embargo, últimamente me he ido concienciando de lo saludable de hacer deporte, quizá por una neura temporal, quizá por una extraña forma de madurez. Escritores como Philip Roth, Haruki Murakami o nuestra más cercana Soledad Puértolas declaran que el deporte ocupa un importante lugar en su vida cotidiana: forma parte de su rutina. Tras algún tiempo haciendo deporte moderado, siento cómo mi energía física aumenta al realizar el ejercicio, y cada vez voy más disparado en lo que puede ser nadar, mirar entre los compañeros circunstanciales de actividad, mirar más allá hacia donde llega el rayo de sol en el lado más escondido de esta piscina cubierta y, al acabar, relajarme todavía con el cuerpo en la piscina, mirar en derredor, espabilar y, tras una ducha, regresar a casa. Me hace sentir vivo, activo, y, no lo vamos a menospreciar, me veo más guapete, que es lo que buscan los "lobbies" de mi entorno afectivo cuando me dan la paliza para que haga ejercicio. Al final les tendré que dar la razón y aspirar a que un cuerpo sano lleve a la mente sana que pueda desarrollar una actividad literaria de calidad, emulando a mis admirados escritores distinguidos.