sábado, 23 de julio de 2016

Volver a vivir


Navego cruzando las neblinas que surcan el contorno de mis pensamientos en busca de una orilla tranquila y poco rumorosa, donde poder apearme de esta barca que ha dado cobijo a mis noches de huida; una orilla donde poder empezar a reencontrarme. Atravesar la arena siguiendo un norte, con la esperanza de crear un hogar siquiera sea provisional, vencido el enemigo.

La neblina empieza a desdibujarse de repente, alcanzo a vislumbrar lejanamente esa orilla y el instinto se pone a la altura de mis esperanzas: los temores van desapareciendo, las energías vuelven a dar cuerda a la iniciativa. Siento que pongo el primer pie en tierra: noto alejarse una prolongada zozobra. Tanto se asemeja lo que dejo atrás a lo que vencí: amor, guerra… ¡y algún fruto de este árbol ya maduro!... sigo aquel norte. Una conclusión inmediata, sobrevivir.

Hago camino y mis pensamientos van dibujando el mapa de la personalidad que se rehace, resurge el espíritu protector de este árbol ya maduro, hacia los frutos de su esencia, suturar las costuras del sentimiento propio, para que germine desde una nueva tierra. Sentir de nuevo el hálito de la existencia: volver a vivir.

sábado, 9 de julio de 2016

Un tipo circunspecto


Un hombre, bastante entrado en kilos, de mediana estatura, permanece quieto en la puerta de una pastelería. Sus compañeros han accedido en busca de algo que endulce su tarde. Si tuviera ojos en la espalda, pues no les da la cara, les vería riendo y charlando: demorándose en un momento feliz. Él parece imperturbable.

 Al rato, uno de los compañeros, femenina charlatana, sale en su compañía y empieza a hacerle algún que otro comentario. Él, responde educado pero escueto, volviendo a su silencio. Quizá ella se pregunte qué pasa por la mente de este hombretón, o crea que le falta un hervor. Lo cierto es que, tras unas intentonas, se le acaban los recursos y desiste: vuelve, ella sí, su mirada hacia el interior de la pastelería, entreteniéndose en los enredos de sus compañeros y, cuando finalmente le va a avisar  de que ya salen, este ha desaparecido. Alza ella la mirada para observar con panorámica y lo detecta, de extrañado sopetón, hablando con un repartidor que se ha detenido a la salida de unos ultramarinos: escruta ella, en busca de averiguar qué clase de cosas pueden alterar el hierático estado del caballerote, y ve que se ha acercado para indicarle, simplemente, que  le ha caído la bandolera al suelo. Hace gala de una humildad que sí le conocían, al menos.

Finalmente, se reencuentran todos los compañeros: los unos con su plática y su pastel, la otra con sus interrogantes y, el último, con una mirada que habla de profundas respuestas y renuncias mundanales: es un tipo circunspecto, qué duda cabe.