Descubrió cuando tuvo uso de conciencia que la vida social
sería un extraño desafío en su vida. Nació con una inteligencia privilegiada y
un cuerpo desafortunado. Además, no tenía facultades para el habla y el oído.
Aprendió a adaptarse a la silla de ruedas, pero no a tener expectativas
conformistas ante la vida. Descubrió, leyendo los labios de sus conciudadanos,
los primeros detalles de las intimidades de esta vida que le fueron soslayados
por derecho de nacimiento. No podía conversar, hacer el amor o viajar. Eso
decían, y ello le provocó más de una lágrima superada por una ilusión tenaz,
desafiante ante el vacío de la realidad. Fue cogiendo el gusto a las
conversaciones mudas que percibía de su entorno, y empezó a fabular para sí en
noches de vigilia. Aparecía ante él una bella mujer que lo abordaba con gestos
delicados, imaginaba plácidas sobremesas conversando con ella y viajes a mundos
exóticos. Paulatinamente, el mundo de la noche, se fue convirtiendo en su
realidad. Con el paso de los años, cuando ya peinaba canas y estaba hecho a esa
su realidad, los avances de la ciencia le dieron la facultad de caminar y el
poder de conversar. Entonces, viajó por los barrios de su hermosa ciudad, que
tan conocidos como eran en la extraña memoria que había configurado su
recuerdo, le chocaban de tan diferentes que eran en la nueva realidad que
empezaba a palpar. Creyó que tendría que aprender a amar, pero aquello le vino
de forma natural; y se adaptó con tanta voracidad a su nueva condición, eso que
él, irónicamente, llamaba su nueva vida tridimensional, que se convirtió en un
hombre viajado, amigable y feliz. Cuando se hizo viejo, y su cuerpo empezó a
dejar de responder, le dio por recordar sus andanzas de antaño y, cuando se
aburría de recordarlas, las convertía en una memoria nueva gracias a la vieja
experiencia de quien había tenido que inventarse una vida. Se decía a sí mismo
que había sido artista y aventurero, porque primero supo fabular y luego vivir,
y finalmente se había convertido en un viejo sabio a quien un día llegó el
final de su vida durante el sueño
tranquilo.
Que bello relato. De la sencillez y del que resiste están hechas las mejores metas.
ResponderEliminarUn abrazo
Eli
Desde luego, Eli. Para qué enrevesarse tanto a veces, cuando las esencias son tan perennes. Tu comentario me anima a seguir escribiendo con renovado entusiasmo. Un abrazo, Edu.
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