Tantos, tantos años creyendo que tenía
que llegar a ser alguien en la vida, una persona distinta a lo que soy, quizás
difuminada, partida o completa, no sé, pero dentro del marco social
establecido. Tantos, tantos años dudando de la identidad, cargando con
sufrimientos y desengaños; ensayando el amor de mil maneras, con respuestas de
desamor y desaires. Fueron años en los que mantenía presentes las brumas de mi
mente, como algo real, para darme cuenta ahora de que estaba equivocado.
Fue un arrebato y un posterior
encuentro, las presunciones ya obsoletas… sólo quedé, embelesado, pero aún así cometí
un traspié con el bien más preciado, pero fuiste tú quien aportó un nuevo
camino de vida, me trasmitiste tu temple, tu firmeza, tus temores sin
vergüenzas. Con toda esa picardía de la buena mano femenina, fuiste
despojándote lentamente como las capas de una cebolla. Nada de descubrir el
pastel a la primera.
Un buen día descubrí que me querías.
Tras nuestro habitual café, descalzos
sobre la tierra de Central Park, cayó mi venda ante tu feminidad para ver la
real identidad, a la mujer que tocaba la fibra sensible con una pureza que
jamás había experimentado. Y recuperé las sensaciones, ya añejas, de juventud
escuchando tu vitalidad, ingenio, picardía y brillante luz.
Te lo dije, el amor está en curso y el
deseo es presente. Sabiendo como sé ahora y con certeza que el amor me ha
tocado.
Miro adelante, al futuro y sé que
disfrutaré de tu sonrisa en lugares sencillos. Me rodearás de gentes ansiosas
por vivir, artistas y bohemios que resuenan ya en tus aventuras; me acogerán en
su pequeño mundo gratuito de cafés, sillas reunidas y genios creativos. Cruzaré
la noche con gastos menores, dejando atrás la época en que necesité el oro y el
moro para gozar de un... tú eres mi capricho, la palabra que no me pide
profesión ni posesión. Eres la carne que quiere gozar mi mirada. Quiero volar
hacia ti, que me invitas desde el no te pido nada, tocándome el
corazón de felicidad.
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