domingo, 13 de abril de 2014

El arte del café con leche

El arte del café con leche… ¿está en la cafeína o está en la leche? Si eres un crío, mejor mucha leche y poca cafeína, que damos descanso al pecho para que se dedique a otros placeres. Si se trata de la boca que dice este pecho es mío, quizá sea mejor un café de los que despiertan, alerta, lista para atacar a la cotidiana vida.

Puede que sean cafés solitarios o cafés compartidos. Un café solitario nos llevará a acompañarlo de su cigarrillo gallito quizá, mientras damos forma al mapa del día; un café acompañado será sujeto por manos firmes, con trago lento: paladar fino y oído pausado. Si la compañía es buena, le soltaremos un guiño o unas punzaditas provocadoras.

Rematemos la sobremesa: es sábado, la tarde tranquila por delante y su boca lenguaraz no escupe todas las verdades: convirtamos ese cafecito en un buen carajillo. Puede que estos dos cafeteros se nos alegren, se solacen en un paseo tranquilo buscando el equilibrio que ha hecho peligrar un chorrito del licor del ensueño y la verdad sobre la taza. Harán pausas en las que buscarán respiro y la mirada cómplice llena de lágrimas risueñas.

El sereno café mezclado creando elixires de alegría les ha unido en caricias sobre el vello del brazo o el cabello bien cuidado, se miran de un modo que ya descubre la experiencia de quien se ha abierto al otro porque han elegido la guardia baja a la deriva.


No me negaréis que son, en fin, diferentes formas de tomar café.

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