jueves, 9 de enero de 2014

El uno y el otro

La dispersión genera descubrimientos inesperados. Por eso, quizá, la figura del artista despistado. Aquel que cree en la espontaneidad de su arte, en su pureza y en la magia de la vida como inspiración de éste. Quizá también cierto halo divino, más que quizá. Y este artista es aquel que no se deja vender, que a cualquier precio seguirá el camino propio.
Luego tenemos a la persona ordenada, metódica, de horizontes fijos, quizá cierta ambición. En ella la nebulosa desaparece y la brújula está bien dirigida desde el principio. Sabe de dónde parte y hacia dónde va. Quizá no busque un arte tan elevado, ni tenga conocimientos tan profundos, pero es más práctica y sabe navegar en el mundo que le ha tocado vivir.
La pausa frente a la acción, la cavilación frente a la decisión, la filosofía frente a la ciencia, la bohemia frente a al capitalismo. Y sin embargo, ambos se necesitan. No son agua y aceite, y de ahí que de el uno genere al otro o que, de su combinación, surja algo que evite lo oscuro o lo superfluo. Algo, quizá, hermoso, sugestivo, que sepa aportar una amplia luz sin perder la genuinidad.

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