viernes, 5 de abril de 2013

Inspiración

Si de vitalidad se trata, obtenerla para escribir una novela puede consistir en la tópica (y, por otro lado, naturalmente típica, pues quién no ha tenido sus momentos, altos y bajos) experiencia vital intensa, más intensa de lo común; pero puede consistir perfectamente en una mañana disfrutando de un paseo por el parque, entre gente jugando con el perro, chavales con el balón, la hierba fresca bajo nuestros pies, descansar a la vera de un árbol y volver a casa quizá después de haber parado a comprar el pan. Con eso, uno puede sentir que sus pulmones se llenan, que la vida cobra sentido. También puede inspirarnos el recuerdo inesperado de amistades recientes o lejanas en una escena concreta que nos provoca una sonrisa. Quizá simplemente el gozo de cocinar un buen plato una mañana de sábado. Puede inspirarnos un juicio sereno sobre la realidad que nos rodea: cómo nos afecta la crisis, la madurez, la soledad, el exceso o la carencia de trabajo o de ocio. Así pues, no creo yo que se trate de proyectar una mirada hipnotizada al horizonte en busca de nuestra gran epopeya, pues las mayores aventuras pueden también aparecer en la vida corriente.

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