viernes, 12 de abril de 2013

De la cultura a la realidad

Mucha gente elogia las obras de arte intensas, quizá abrumados, quizá porque estas han logrado hacer un hueco en su corazón. Recuerdo cuando se estrenó "Antes que anochezca", por la que Javier Bardem obtuvo una nominación al Oscar. En un ambiente que empezaba a liberar del ostracismo a los homosexuales, personas que ni lo eran ni parecían tener una sensibilidad hacia el tema se mostraban ante los demás halagando la obra maestra que habían descubierto. Sin embargo, solo eran víctimas de una tendencia y, a lo sumo de una sensibilidad que no pasaba de la pantalla. Pero, todo hay que decirlo, había hecho aflorar algo. Luego, cuando en la vida real te encuentras ante situaciones que ponen a prueba tu ética o tu integridad, aunque tu felicidad esté en juego, las cosas se convierten en vida real y la prueba en experiencia.

Yo agradezco muchas cosas a directores de cine y escritores que me han mostrado mundos aparentemente tabús con una dosis de disparatada risa o una honda ternura. Pienso en "Mi vida sin mí", de Isabel Coixet, o en los cuadros de Lucien Freud. Y, si logras atravesar ese difícil muro de la convención social, puede aparecer en ti una concepción verdaramente ética, una visión de la belleza más tierna de la que nos anuncian las convenciones de la moda. Encontrar la felicidad saliendo de la ceguera en la que, creciendo, parece que el mundo ha querido instalarnos, sin perder los guiños felices de nuestro recorrido por la vida.

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