jueves, 18 de abril de 2013

Crecer

La belleza emergente de una joven recién salida de la adolescencia, que se manfiesta en toda su sensualidad en estos cálidos días que nos ha traído la primavera. Jóvenes, quizá cuatro o cinco años mayores, que ya no tienen tanto pavo pero parecen seguir viviendo en el florecimiento de su cuerpo. Uno se prenda de esa belleza. Pasa el tiempo y, un buen día, escucha a su lado en el metro la conversación de unas treintañeras sobre el embarazo de una de ellas. La belleza física ha iniciado su declive, y uno no se hubiera detenido en ellas en su afán de juventud. Pero hete aquí que un buen día le sorprende la llegada de la madurez, la aceptación de su propia edad y disfruta cotilleando esa conversación sosegada y juiciosa. Se da cuenta de que había obviado una parte de su propio crecimiento y cae en la realidad feliz del cambio a un nuevo estadio de su vida, donde la perspectiva es diferente, el cariño sabio, más cómodo y natural, y el sentido de la vida empieza a hacerse más transparente.

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