jueves, 24 de enero de 2013

Tradición e innovación

Cuando se quiere innovar en las artes, es difícil saber distinguir el punto entre lo que rompe moldes y abre nuevos caminos ante nuestro asombro o rechazo inicial, y lo que se convierte en un absurdo ejercicio de enrevesamiento por muchos conocimientos que tengas. Van Gogh murió habiendo vendido un solo cuadro, y creo recordar que fue a su hermano, pero la posteridad le dio reconocimiento: asombro, conmoción, ante una obra rompedora. Sin embargo, y es cierto que ha sido muy alabado, para mí la lectura de Poeta en Nueva York, del también universal Federico García Lorca, se hacía un texto incomprensible, que dificultaba el fluir por sus páginas y apenas proporcionaba un mínimo deslumbramiento. Quizá sea culpa mía. En cualquier caso, su posteridad ha podido perder un lector de no ser por ese par de obras teatrales suyas que tanto me llenaron sin necesidad de tanto enrevesamiento. Las artes pueden, así, resultar vacías tanto por caer en tópico como por un exceso de experimentación. Sin embargo, si te anclas en el tópico no avanzas, ni avanza la historia de ese arte, y si experimentas puedes dotar de un nivel nuevo, un tramo más, a esa larga historia que es esa arte en cuestión. Innovación y tradición, pues, son dos puntos alejados que nunca pueden dejar escapar su vínculo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario