viernes, 18 de enero de 2013

El tiempo

El frío invernal paraliza cuando uno piensa en salir a la calle. Finalmente, coge el abrigo, quizá unos guantes con su gorro y su bufanda, y sale. Y uno piensa: qué diferencia de sensaciones, que cambio en el modo de vida, simplemente debido al clima. No acabo de comprender cómo esos exóticos países asiáticos como Tailandia ven cada año sus ciudades inundadas hasta el cuello y, como en un ciclo, luego van recuperando su normalidad hasta el siguiente temporal.

Acostumbrados como estamos en la costa a ver los cuerpos semidesnudos tostándose en verano o con unas ligeras camisetas de tirantes, en invierno la sugerencia es el atuendo, más o menos ceñido, más o menos conjuntado, más o menos formal, que hace imaginarcómo serán esas largas piernas o invita simplemente a pensar qué guapo está ese hombrecillo con su barba de unos días y el chaquetón. Quizá se encuentre ella a uno despistado, que va a su rollo con los auriculares y unos pantalones verdes. El complemento se convierte en protagonista, la naturalidad de los pechos desnudos o la tableta de él se esconden en líneas que deciden anunciarse o ser más discretas.

Hacía ya un tiempo que no llovía, tanto que ni me había parado a pensar en ello cuando esta mañana me ha sorprendido el agua cayendo del cielo. Tiene algo de melancólico, pero también de romántica aventura eso de atravesar calles lluviosas, cobijarse en un café ante los momentos en que arrecia con mayor crudeza. Y todo este frío, esta lluvia que nos impacta en una zona litoral de clima más o menos suave. Será vicio.

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