domingo, 5 de junio de 2016

Ese camino


Recuerdos remotos, de juventud alboreante: sueños de épica, jugando a ser protagonista. El tiempo lleva a avanzar en el curso del camino. Crudeza, soledad, sentido, también, del genuino calor ajeno.

En el camino, unos, se ven siempre como queriendo evitar pensar en el final del sendero. Otros, afrontan el panorama con amplia perspectiva: el ojo bien abierto, consecuente y preparado para cualquier coyuntura futura. De estos últimos, unos afrontan el futuro con una sonrisa hacia el cielo, un temblor purgado o una lágrima infernal; otros, desafiando al Hades; los demás, ven en la visión científica de la vida su término al final del camino, sin más expectativa que vivir la que les ha tocado en suerte, sufriéndola o gozándola.

Y este camino, en sus albores, presenta una porcelana fina y delicada de infancia; que crece hacia la rebeldía huracanada de una adolescencia confusa, se consolida en la madurez modelando el genio a través de la prudencia y cierta claridad en el saber deseado y mínimamente fructificado ya. Al final del camino, en eso que llamamos vejez, se dice que se alcanza la mayor sabiduría y virtud; también es la edad de la decrepitud. En ella, claro, ven unos la puerta de la esperanza hacia un mundo mejor; otros, el final de un libro, el de su vida, que van releyendo en reflexiones meditativas postrados en una butaca ante una aburrida papilla de frutas.

En fin, ese camino, con sus múltiples interpretaciones y misterios, lo atravesamos de formas divergentes que muchas veces chocan entre sí por la simple ignorancia del sabio respeto o la animal, humana quizá al fin, lucha por la vida. 

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