En el paraíso del artificio, promesas de placeres abundantes.
La atmósfera llama al banquete con cantos que agotan la cartera. El río fluye,
el tiempo transcurre, y el ser empieza a darse cuenta de que no ha sido. Que
sus vestiduras son de plástico, que la piel desnuda ante un espejo es algo que
apenas retuvo la memoria de su sinceridad. Fluye y fluye el río y se percata de
que el agua cristalina y rumorosa, que invade sus sentidos cuando se acerca, no
es más que la pista de vida franca. Se sumerge en él con decisión, sus ojos
cerrados tienen el interno despertar del frescor. Los pequeños baños de
respiración pura… sale a flote… de la historia de su pasado vuelven al presente
como si el río que fluye fuera hacia un eterno retorno, empezando a creer de
nuevo en el mito de la vida propia, ensoñada y envuelta antaño como en un
regalo hecho por manos muy ajenas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario