viernes, 2 de mayo de 2014

Sueños y vigilias

La vida está compuesta de las experiencias que vamos acumulando mientras, en nuestro vagar cotidiano por los senderos de la realidad, nos batimos azarosamente en esta o aquella aventura. Pueden ser lances mayores o menores, y el estímulo que deje en nosotros muy dispar. ¿Quién aportará pruebas fehacientes de que una vida tranquila al lado del mar, mientras limpiamos mesas y servimos platos, será menos estimulante que la de aquél abogado cosmopolita envuelto en mil casos penales? Lo cierto es que, cabe decir aquí, la vocación va por dentro.

Además de esa vida que hemos elegido o nos ha elegido para nuestras andanzas conscientes, lo que llamamos el mundo de la vigilia, existe otro mundo lleno de experiencias, unas temporadas más estimulantes que otras; a veces recordado tras su vivencia en el pequeño teatro en que se convierte nuestra mente, otras olvidado con el despertar: se trata, sí, del mundo de los sueños.

Así, disponemos de una doble fuente de experiencias. Aquellas que son conscientes y aquellas tan vívidas frecuentemente que se desarrollan en nuestra mente mientras dormimos. Podemos remontarnos a un pasado consciente y transformarlo en un insólito viaje inconsciente frecuentemente preñado de moraleja. Nuestras más íntimas ilusiones y tormentos pueden tomar cuerpo mientras estamos entregados al descanso entre las sábanas.

De uno y de otro mundo se nutren nuestras existencias para alimentar el estímulo de vivir, o su sufrimiento.

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