viernes, 23 de mayo de 2014

La musa



Cada cual tiene una tendencia natural: a unos les da por el dinero, a otros por ver la tele y a otros por hacer el bien.

Yo me siento a escribir y busco mis musas entre los borbotones de palabras que afluyen con inspiración para plasmarlas sobre el papel.

El resultado proviene de esa tendencia natural tan mía: ojos claros, mirada penetrante. A veces un cabello rizado y largo, otras con un estiloso corte de pelo con gracia pero asimétrico. Su timbre de voz, hoy, es suave, sensible, pero mañana es enérgico y censurador. Ella pretende transmitirme la importancia de plasmar la emoción, con toda su sensibilidad y dureza. Ese convencimiento me lleva a pensar que es más un atrevimiento que una debilidad. La dejo hacer porque sé que quiere construir.

La musa, para mí, hace tiempo que es la mujer. A veces ha sido un amor en concreto, cual poeta romántico transformado en cuentista o novelista hace malabarismos; otras una fabulación a partir de una impresión particular.

Hay quien se pasa la vida cantando a la misma amada y, por suerte, hoy son más notorias las mujeres que cantan a su amado. Porque el hombre también está en su derecho de emanar ese embriagador aroma de las flores frescas. Los sexos se compensan, y de su escritura brota energía y virtuosismo. Y uno, que ha buscado a las musas creyendo mucho en la constancia, recibe esa bonita conmoción de la palabra aduladora, lisonjera y en algunos casos, recelosa.

El juego de sexos se convierte en un flujo y reflujo, en una agradable partida de bádminton… esa especie de pluma, tan ligera, que vuela risueña de un lado a otro, en una divertida y feliz competición de sentimientos, pensamientos, expresiones que por fin brotan, miradas que comulgan a medida que van leyendo las palabras que deja suspendidas la pluma en su vuelo, o quedan tras la estela imaginaria, palabras que dan paso a la ilusión, al tiempo que impulsan con más energía esa pluma hacia un recorrido de nuevas posibilidades y juegos de palabras.

La musa como en ese baile, traída por el viento me hace resurgir con brazo enérgico, titubeante a veces o bloqueado cuando soy presa de un objetivo demasiado abstracto o difuminado. Me da las palabras necesarias para lograr expresarme.




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