jueves, 20 de febrero de 2014

La luna con la Tierra

Una persona camina pausada en la cocina de su casa, de un lado a otro con respirar tranquilo. Reflexiona, y piensa en los momentos perdidos en la lentitud de sus ritmos vitales. Ha conquistado su mundo, no tiene duda, pero se está perdiendo el resto de los mundos.

Otra persona entra en la cocina, camina presurosa de un lado a otro mientras consume un café solo bien cargado. Le habla y le habla mientras el otro permanece atento pero silencioso. Ella se aventura a conquistar tierras remotas de las que ha oído leyendas de modernidad. Sin embargo, en la rápida navegación de aquí para allá, conquistando ahora esta experiencia ahora esta visión, siente que no tiene espacio para su propia reflexión. Para el mundo de sí misma. Así, tenemos frente a frente a la vasta Tierra, a la que le falta su pequeño satélite interior, y a la pequeña luna, que ve el planeta desde la oscura lejanía.


La luna le entrega su luz blanca en la oscuridad de la noche a la persona inquieta entre oleaje nocturno. La Tierra entrega toda su paleta de colores a su pequeño satélite. Y, la una con la otra, encuentran sentido. 

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