jueves, 16 de mayo de 2013

Lo genuino

Hay cosas que, a fuerza de sonar puras, llenan. Una canción sin artificios no te lleva a tener la sensación de ruido y tiempo perdido, a desconectar de la actividad que habías iniciado con voluntad. Una película que no dice nada te obliga a plantearte para qué te has tirado dos horas de una tarde de domingo perdiendo el tiempo, más aún si no sólo no te cuenta una historia sino que trata de darte gato por liebre: usar trucos para enganchar, la guapa, los leones, el galán que la liberará del marido aburrido, la aventura de la que se van a salvar con el botín... todo eso podría funcionar si no fuera porque la guapa no es una buena actriz y se la cuela por sex symbol, si el galán no hiciera un papel caricaturizado, si la aventura tuviera la mínima frescura que elimina el control de la historia para una digestión fácil y eficaz para quien no esté prevenido en esas horas de santo descanso dominical.

Pero basta de hablar de cine. Todo esto se puede llevar a que te sirvan una copa de vino peleón o no, a que respires el dióxido de carbono de un tubo de escape o el aire del monte. A que te fijes en una mujer elegante o esclava de la moda. A que fumes o estés liberado del vicio. A que disfrutes de buena comida o comas sándwiches y bollería industrial. En fin, que como lo genuino no hay nada.

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