jueves, 23 de mayo de 2013

Especial

Ante tu mirada un cubierto lleva el alimento a su boca. Pelo corto, mirada enigmática que acompaña la sonrisa de esa boca una vez ha digerido con dificultad lo que masticaba. La luz entra con voluntad, el rumor es cálido. La vida sonríe especialmente en unos momentos muy señalados.

Caminas avistando cerca de ti una zona de hierba agreste, cerca de la que corre un discreto río con su rumor hipnótico. Todo el entorno es monte, monte que conserva las huellas de un incendio cercano: el verde mágico de la naturaleza enseña su reverso triste, aquel que debió infundir temor: desvela la huella del peligro, del incendio, de la catástrofe. Una pequeña ventana a través de la que apenas entra luz te muestra un cuadro del bucólico río.

La noche se cierne sobre ti compartiendo íntima conversación que va acercando dos almas que buscan entendimiento y confidencia. La oscuridad, la unión, el sueño.

Un desayuno frugal, un día tonto, llueve a cántaros. La comida se convierte en una celebración de la intimidad. La tarde muestra la debilidad, el ansia de relax, sin mayores intereses que sentarse ante una copa de vino o si lo prefieres una cervecita. La noche te lleva a la grata sorpresa, el giro inesperado y la culminación cómica.

Una mañana tierna, regreso.

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