jueves, 21 de febrero de 2013

La naturaleza

La costa, pensemos en un pueblo tranquilo y algo apartado, permite vivir entre caras conocidas, unas pocas las que hay: fácil identificarlas. Tienes tu panadería, la cafetería, la papelería. Si es un pueblo con ciertas posibilidades encontrarás un colegio en condiciones y te podrá sorprender un polideportivo. Por sus calles añosas, podrás caminar percibiendo los sonidos de una cierta naturaleza entremezclados con la actividad humana, en las casas, en las pocas calles. Un bautizo, una comunión, reúnen a engalanados invitados en la iglesia o la plaza del ayuntamiento si es boda civil. Cuando llueva, la ventana entreabierta de tu piso bajo dejará penetrar el olor a tierra húmeda, viva. La naturaleza. Pensando sobre ésto, es curioso, me viene a la cabeza una anécdota reciente: estábamos comiendo en el salón urbanita cuando nos sorprendió la aparición de una paloma blanca al otro lado de la ventana. Animal salvaje. Estuvo allí unos minutos intrigándonos a todos, que especulábamos sobre el motivo que habría encontrado el ave para permanecer tan apegada a la ventana.Yo me detenía en observarla, divina en su blancura que parecía vestirla recién salidas la una de la ducha y la otra de la lavadora. Es hermosa esa ligazón entre el ser humano y la naturaleza, cuya condición, quiera o no quiera el ser humano acomodado y culturizado, no le abandona.

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