viernes, 15 de febrero de 2013

Cuando la hora se acerca

Estuve el otro día acompañando a mi abuela en la sala de espera del centro de salud de su barrio. Había bastante gente mayor. Enseguida empezamos a afinar el oído y a comentar las conversaciones de los ancianos. Úna mujer había acudido con su hermana, más joven y saludable. La más joven entabló conversación con otra anciana que había enfrente. Luego se sumó la hermana y ya las teníamos a las tres. La hermana mayor se jactaba de haber llegado a ser tan mayor, y de sufrir achaques por doquier y aguantar como una leona. "Ya verá usted cuando llegue a mi edad". La mujer de enfrente le replicó "Yo no soy tan joven, no se crea." Lo que pasaba, anuncicaba, era que se cuidaba muy bien, y con espíritu activo, positivo. Total, las dos mujeres se llevaban un año, 80 y 81. "Pues no lo parece, señora." Luego me tocó el turno de reconocer las fantasías de mi abuela: "Ya verás, el doctor es feo, feo, feo. Como Frankenstein. Pero es de bueno... Te atiende con mucho cuidado." Total, lo más parecido a la fealdad que resultó tener el pobre individuo era una voz un poco particular.

Así, con achaques a la vuelta de la esquina, estas adolescentes que son las abuelas, procuran divertirse sabiendo, o quizá no queriendo saber, que el fin está cerca. Porque las hay que quieren prolongar su vida hasta la eternidad y las que empiezan a pensar que, con esa salud y tantos años, comienza a llegar su hora.

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