domingo, 21 de octubre de 2012

Demora necesaria

Oh, estimados lectores; estimadas lectoras: disculpen las molestias. Causas de fuerza mayor, gratas noticias sin embargo, me han mantenido al margen de tan sana costumbre como es la suerte de echarles unas palabrejas por el ciberespacio. El momento ha llegado en el último día de de la semana día en que Dios descansó, pero dejemos el tema que nos llevaría a hablar de Jesucristo, su friqui pero revolucionario sindicalista.
Estoy ante la expectativa por una nueva aventura para pulir mi delicada prosa, y más detalles no doy que no debe saberse mucho de la vida privada del creador: cíñanse ustedes a su obra. Tan solo digo que la prosa promete. Ha sido parte ello, pero no lo único, para que culminara anoche una semana manifiestamente feliz. Con reencuentro tras un par de décadas sin ver a un amigo con quien pasé una comida y tarde entrañables, hablando de lo humano y lo divino, y desbrozando cada uno sus secretos, aquellos que le convierten a la vista del otro en un ser común y a la vez particular. De vuelta a casa, me encontré con la voz que tanto me ha estimulado durante estos últimos años feliz por oírme tras un par de días sin hablar... y fue la guinda, o si no les gusta, la onza de chocolate Valor que lo redondeó todo en lo alto del pastel. Me dormí tarde presa de la inquietud, algo extraño en una persona de sueño tan sano como soy yo. Pero quiere ello decir que soy humano. Ya caerá hoy la siesta, o quizá un buen sueño por la noche. Sabed entender, pues, este pequeño retraso en el comentario semanal que tanto me aporta comentaros. Hasta la semana que viene.

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