viernes, 8 de junio de 2012

Autores y premios

Ví a principios de semana la entrevista que una cadena pública hacía a Mario Vargas Llosa. Debe ser difícil mostrarse siempre tan educado, y me extraña que den tanta importancia en los medios, quizá sea porque es premio Nobel, a un hombre de la inteligencia. Aquel que muestra como principal atractivo su riqueza intelectual es difícil de digerir en los tiempos que corren. Plomizo, pesado, insulso. Tales cosas se dirían quizá. Yo he encontrado un cierto reflejo de ello en la, única, novela que he leído de él, y su obra más querida: Conversación en La Catedral. Es plomiza y compleja, requiere esfuerzo, implicación en la lectura, por parte de quien se aventura a atravesar sus páginas, pero, al menos por lo que a mí respecta, el esfuerzo era devuelto con frutos. Compañero de generación del recientemente fallecido Carlos Fuentes, ambos autores del Boom hispanoamericano han ido dejando paso a nuevas generaciones que no han logrado alcanzar su nivel a la vez que ellos han logrado mantener su creatividad con un alto nivel de calidad. Prueba de la repercusión que aún tiene Vargas Llosa es la polémica que ha generado su última obra, el breve ensayo La Cultura del Espectáculo, que no he leído aunque sí haya leído sobre el mismo. Por otro lado, ya que estamos con un Nobel, siempre se dijo que, si Vargas Llosa nunca había recibido el Nobel, era porque ya lo había recibido García Márquez en nombre de su generación. Al final se le concedió y oímos estos días la felicidad por la decantación del premio Príncipe de Asturias de las Letras a Philip Roth, autor estadounidense de edad ya avanzada también sobre el que se grita con indignación por qué no se le ha concedido el Nobel.

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