viernes, 18 de mayo de 2012

Dejarse llevar

Acostumbro a dejarme llevar al escribir, divagar, ponerme lírico. Sin embargo, hay ciertos fantasmas a los que no me enfrento y ello repercute, en mi opinión, en la miga de lo que escribo. Lo que me critican las voces supuestamente más autorizadas está, quizá, al margen de fantasmas y se expica de una forma más terrenal: tengo demasiado respeto a mis personajes, los cuido demasiado y ello impide que tomen cuerpo, que se liberen. También me dicen que una obra debe tener una esctructura definida, pero, a pesar de que sea un pilar importante, no creo que no se pueda escribir por el placer de escribir. Ya lo hicieron muchos. Para estas voces autorizadas, así, leer al gran Marcel Proust es irse a la prehistoria (siglo XX), mientras leer autores del realismo (Dickens, Galdós, Dostoievski: siglo XIX) tiene cierta actualidad. Y lo que venga de más atrás, ni lo mencione vd. Nada de leer a los clásicos. Ahora que se nos ha muerto un clásico como Carlos Fuentes, yo me reafirmo en el convencimiento de que uno debe leer a los clásicos universales porque es ahí donde está la riqueza y el genio, la maestría, y a los autores contemporáneos porque uno vive inevitablemente en una época, y la literatura te ayuda a comprenderla. Bueno, ha sido la de hoy una dosis de literatura en medio de la tragedia griega que amenaza con venirse a España. Respiremos profundamente. Sed felices, o todo lo que podáis.

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