Todo el día confuso, encerrado en mi habitación con el único
refugio de un concierto de música para guitarra española. El gran maestro
sacando sonidos celestiales de sus cuerdas. Poco a poco, cae la noche, el
concierto que no se cansa de resonar en mis oídos, sigue despertando mi
imaginación. La musicalidad logra ya, a esas horas, que me penetre su calma.
Sin duda, ayuda el cansancio, aunque a lo largo del día llegué a sospechar que
no conciliaría el sueño. Las turbulencias de mi confusión, así, van dando paso
a la claridad mental que invita a pensar en una revelación. En la linde del
sueño y la vigilia, de la lucidez y la pérdida del juicio, se ha producido la
magia de una nota musical en el flujo de mi concierto vital, acechado,
acechante y, ahora, complacido por su vislumbre.
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