viernes, 21 de septiembre de 2012

La senectud de Woody

Que Woody Allen diga que es una persona como cualquier otra poniendo el ejemplo de que va, como tantos, a buscar a su hijos al cole cuando está más cerca de la demencia senil que de la explosión hormonal, nos dice que este aparentemente sensato y divertido hombre que se lió y ahí sigue con su hija adoptiva invita a ser suspicaces. Ello no obsta a que gran parte de su filmografía me haya encantado. Incluso recibió el premio Príncipe de Asturias y desde entonces se le idolatra por estas tierras. Sin embargo, quizá coincidiendo con el inevitable chocheo, sus películas europeas, propias de la última etapa de su trabajo, me dejan frío y huelen a tomadura de pelo, dejando, por mi parte, a salvo Match Point -una película que en mi opinión se quedó a las puertas de ser una obra maestra: creo que al final no se atrevió a rizar el rizo- y la reciente Midnight in Paris. Ahora nos estrena otra de la que leo en la crítica un aprobado que no evita la postal reconocida por él y que, horror, nos dice que Penélope Cruz no está tan bien como en Vicky Cristina Barcelona. Aquella película me pareció horrible, así que no sé si fiarme del crítico siquiera y resignarme a pensar que es uno más de sus endebles productos europeos. Hay películas más interesantes en los circuitos de versión original, pero qué pasará si tengo que ir a los cines de un gran centro comercial donde su competencia sea la última fantasmada de Nicholas Cage. Recemos.

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