miércoles, 20 de junio de 2018

Paseo hacia el cariño



La salida de una casa humilde. Caminando aletargado por el calor acuciante, escucho las tertulias provenientes de casas con las ventanas abiertas. Subo las escaleras hacia el parque, una tras otra con pesadumbre. Ante mi mirada se alzan los árboles que ofrecen sombra y murmullos de parejas enamoradas. Algún perro corre, veloz. Da la impresión de sentirse pletórico. Conozco de sobra el parque. Sigo por el pequeño montículo que hay en su zona central y atravieso un puente, en medio del cual a la sombra que ofrece un viejo e imponente árbol, vegetación con toda una historia detrás, se reúnen cuatro ancianos con sus pajarillos enjaulados. Finalmente, tras haberme impregnado del olor a vegetación, salgo del parque y me acerco al mercado. Allí, una mujer en los cuarenta, como yo, vende embutidos. Sé que ya está acabando su turno. Cuando me ve, me guiña un ojo. Cuánto sube la autoestima ese goteo de cariño que recibe uno en el día a día de su roce con la que se ha convertido, por el azar de un primer encuentro feliz y el cuidado en el trato emocional de aquello que llaman la sutileza de la compañía, en dilatada compañera de este trayecto por la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario