Una nueva etapa, creo yo. Heridas suturándose poco a poco en
una piel todavía herida de recuerdo. La huella de una efervescencia repentina,
inesperada y, finalmente, desaparecida. Atisbo mis entrañas con la mirada
interior, y un tenue brillo invita al movimiento. Sí, aquello que en mi
conciencia era una nueva etapa, emerge en forma de actitud. De modo que me
pongo en pie, camino. La tarde primaveral ofrece un sol radiante, lejos de las
lluvias recientes. Pareciera que el clima viene reflejando mi estado de ánimo.
Paseo por la ciudad sin rumbo fijo. Inmigrantes, gente humilde… me paro en una
librería low cost y detengo mi tiempo en busca de historias nuevas que me
permitan hilar realidades fantaseadas, espejo de la vida que conmueve y remueve
creando sentidos nuevos. La sugerencia de un título me lleva a fisgar entre sus
páginas, y salgo a la calle con el libro
bajo el brazo. Sigo caminando, el paseo se ha hecho largo, mis piernas cansadas
buscan reposo y, ya en una cafetería concurrida, me pido un cruasán artesano
acompañado de un café. Sentado, miro en derredor expresiones de vida acomodada
y estudiantes enérgicos. Quizá, soy el único circunspecto. Saco el libro de la
bolsa, lo abro por el primer capítulo y, mientras el rumor de la cafetería desaparece
surgiendo un silencio introspectivo, me adentro en nuevas historias que crean
el reflejo en mis pensamientos de que sí es posible ese otro mundo.
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