El recinto antiguo, de largos pasillos deslustrados y tristes.
Y se adentró en él, con los auriculares haciéndole saber que se podía vibrar
entre las sombras. Hálito de vida, una voz profunda se expande en frases incisivas
hacia el interior de su mente. Ahí donde se forman los significados. Paso
acelerado, a ambos lados figuras humanas transitando o conversando. La luz ha
decaído y se atisba la llegada de la noche temprana. Pasillos profundos. Girar,
bajar escaleras. La mirada se detiene ante una mujer, cabello largo, gafas de
bonita montura y falda sobre la rodilla que permite ver el dibujo de unas
hermosas piernas bajo medias color carne. Ella le mira inquisitiva. Él se
recoge sobre su caparazón. La levedad del instante en que dos figuras se cruzan
en la vida mundana. Sigue él su camino, fantasea con la oportunidad perdida,
elucubraciones sobre castillos de naipes: sus piernas eran bonitas. El instante
en su memoria. El corazón le palpitó más aceleradamente por unos instantes que,
llegado a su despacho, se sienta para inmortalizar a través de la palabra
escrita. Teclea acelerado, buscando su esencia. Piensa en ella. Recuerda,
recuerda… el instante fugaz de escasos minutos atrás. La página se llena, ha
elegido no quitarse los auriculares: la música resuena. La obra se va cerrando
sobre sí misma, parece que ha captado el alma de cierta forma personal de
expresar arte. Se siente en plenitud, con el texto concluido. Nota que ella
flota en el aura del despacho. Y se considera un maestro.
bonito.
ResponderEliminarGran palabra... muchas gracias.
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