Tararea la canción del anuncio mientras deambula por su
habitación tras salir de la ducha arropada por una toalla blanca. Se dice a sí
misma que todavía es bella como ese agua perfumada que, unas gotas ahora sobre
su cuerpo tras dejar el frasco sobre la mesilla… el tapón verde esmeralda por
los suelos…, le susurra secretos de longeva juventud. Se acerca a la ventana y
retira con mucha discreción un poco de la cortina, una mínima expresión
convertida en ranura que le permite ver el luminoso día de la plaza monumental,
con sus grandes escaleras renacentistas. Eleva el cuello en una expresión de
gozo y deja caer de nuevo la cortina y, de paso, la toalla para encontrarse a
solas con ese agua joven que surca su cuerpo y la subida autoestima de una
mañana que la eleva a bonito cisne. Se regodea acariciándose los brazos,
moviendo los pies con gestos de bailarina y… despertando por fin a una mañana
que tiene comprometida la aventura de un corriente paseo de dama de rancio
abolengo por su turística ciudad italiana, a juego con el aire cuco de esta
mujer que se resiste a perder la belleza, viste ropas delicadas, pendientes a
juego con la exquisita gargantilla y sale a la calle embutida en un tacón alto
de zapato rojo sin más gafas de sol que sus penetrantes ojos oscuros.
¡Que bello! Conoces el alma femenina...
ResponderEliminarLa palabra belleza es algo que, desde mi punto de vista, ha dominado tradicionalmente mejor la mujer que el hombre; así pues, todo un halago que reconozcas tanto a esta como a la propia alma femenina en el texto. Un abrazo.
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