viernes, 20 de abril de 2012

Calidad

Durante una charla me cogieron por banda, a mí, el cultureta, el filólogo, el intelectualillo, y me trataron de convencer de que no hay que aspirar a una literatura culta, quizá a veces difícil, o a una literatura simplemente bella o artística, o con cierto mensaje. Se me dijo con toda la caballería que el escritor que se convierte en clásico es aquél que vende, y que para vender hay que amoldarse a los gustos del público, y que el público pide sexo, algo de sangre y dinero. Ya podemos ir tirando a la basura buena parte de nuestro patrimonio cultural. Es cierto que la novela debe tener una trama, que esta haga que el lector se interese, pero si no hay algo más profundo se convertirá en una experiencia efímera, vacía, que hará que esa persona lectora no crea que valga la pena comprar el siguiente libro si no le aporta nada.
De modo que el buen escritor en el fondo sí se interesa por el público, que no son tan raras las ocasiones en que le abre ampliamente las puertas del mercado, bien que no son tantos los que logran ser best sellers. Pero si me apuran, alguno hay. Como Murakami o Ken Follet. Luego tenemos clásicos que, a pesar de no constituir una lectura de fácil acceso al público, como el caso de Juegos de ls Edad Tardía que mencioné la semana pasada, mantienen un largo idilio con él. Por una vez, y muy a mi pesar, voy a seguir el consejo de leer libros con una estructura bien definida, dejando de lado este libro de Landero que me está encantando y caer en otras historias que unan el nivel profundo de la narración con un hilo conductor que nos de un buen eje narrativo sobre el que tensar una buena historia. Aún así, lo más difícil es el nivel profundo.

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