sábado, 10 de marzo de 2012

La soledad

A estas horas, mi abuela estará de sobremesa aprendiendo a sobrellevar una etapa de su vida en cierta soledad, ante la ausencia del ser querido. Yo, mucho más joven, pienso en mí, pienso en mi vocación y veo cierta soledad que me da miedo, más de cara al futuro, quizá, que en el presente.
El oficio del intelectual, o del que aspira a serlo, requiere de soledad, y uno, que ya tiene tendencia a ella, se asusta de vez en cuando. Decían del genio de la literatura Franz Kafka que renunció a casarse con la mujer con la mantenía cierto roce porque no tendría tiempo para ella, porque la literatura ocupaba su tiempo. Un reciente ensayo que he leído de Patricia Highsmith habla de las horas y horas que necesita un porfesional de la escritura de soledad ante el teclado. Es cierto que ello, y que asimismo la lectura, absorben y enriquecen, pero es cierto también que se llega a convertir en un ejercicio de ermitaño. Digo esto en una semana en la que mi vida social ha sido bastante completa, pero en la que la reciente muerte de mi abuelo quizá haya dado pie a debates que no habían aflorado tan claramente.
Quizá necesite complemetar mis amistades lectoras y de carne y hueso con salidas en eso tan de hoy que llaman los "singles", algo que a un profundo intelectual le puede parecer superfluo pero que puede ser toda una aventura. Y un beso para mi abuela, a la que quiero tanto.

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