viernes, 23 de marzo de 2012

En casa

A uno le cuesta hacerse a la idea. El propio trasiego de la vida cotidiana muchas veces nos parece lo suficientemente duro. Hay mucha gente que ni ve las noticias, y opina por darse cierta autoridad; quien las sigue, puede encontrarlas repetitivas, faltas de autenticidad. Pero hay algo que no se escapa: la tragedia de la vida cotidiana no es ni de lejos lo mismo que las grandes tragedias que nos rodean día a día, bien sea un vagabundo que duerme en cajero de al lado de casa, o sea la guerra civil o la hambruna del tercer mundo. Podemos opinar benévolos y condescendientes, pero no solemos ser conscientes de su realidad. Y luego está la otra cara de autenticidad, y es el morro, la filosofía de chorizo, ladrón, que tiene aquel que ostenta un cargo público: muy acostumbrados nos tienen ya a que aparezcan escándalos de este tipo ¿Y al final? Unos años de cárcel y el dinero en Suiza. Sin embargo, yo al menos, no pido activismos u otras actividades de especial intensidad, sino ser al menos conscientes de nuestra suerte, ser conscientes de la realidad. No ya en lo que parecía la octava potencia mundial sino en un país cuyo progreso desapareció hace ya unos años. Sí, también tenemos la tristeza al lado de casa. O en casa.

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