sábado, 9 de abril de 2016

El rock y el veneno


A ritmo de rock puro, todo es veneno, o al menos tus labios lo parecen. Eso le advierte la canción mientras camina por la calle. El ritmo deviene acelerado, quizá porque la intuición le ha dicho que, a veces, el azar confluye con el destino y la señal es una premonición: tus labios son veneno. Ha mantenido un tiempo de distancia: quería que amainase la tormenta, se enfriase el peligro de un desliz hacia la pasión. Una intensa historia juntos, había cabos sueltos que se debían atar tarde o temprano. Así que la música rockera ahora ha adquirido un toque de música tradicional india norteamericana, y se prepara para la danza de la guerra. Sí, ha entrado en calor.


Entra en el restaurante, ella está elegante, aunque algo peripuesta. Al menos, se ha levantado de la mesa para saludarle: un cruce de miradas y palabras calculadas. Durante la cena, los tenedores acercan el sabor del pato y los cuchillos se unen al ambiente de guerra latente, que va emergiendo hasta que ella empieza el ataque. Una herida de importancia cerca del corazón, en la arteria de los sentimientos, pero nuestro hombre conserva las energías para seguir en la lucha. Escucha en su interior el redoble de tambores, tambores de guerra. Sí, el asalto a la fortaleza de la lengua viperina. Se acerca, pues, a terreno ajeno para luchar: guerra dialéctica. La asepsia emocional ha sido vencida. Llora ella, se derrumba. Él tiene la cortesía del triunfador, pero no el error de la misericordia. Sale, liberado, del restaurante, se venda la herida que empieza a doler en la arteria de los sentimientos, jugando a imaginar, con el sonido callejero del tráfico y las voces transeúntes, vital música genuina. Un rockero vencedor.

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