Un día ventoso, frío y gris. Estaba algo triste: el invierno
solía hacerle zozobrar. Llevaba todo el día encerrado, entre pinceles sin
atinar a combinar el color adecuado en la paleta; las horas pasando despacio,
la angustia invadiéndole en su soledad. Solía cumplir con su oficio como si de
un ceremonial se tratara: bien ataviado, la larga melena recogida en una coleta
mediante una goma de color intenso… La pausa para el té siempre era a las doce
y a las cuatro.
Los días de creación transcurrían en la más absoluta soledad
cuando, como entonces, se ocupaba de pintar paisajes. Hizo amistades entre sus
modelos, no obstante, pues nunca recurría a fotografías: siempre observando del
natural, tomando notas, trabajando con la memoria de la observación. Si bien
bordeaba los cincuenta, había logrado que una modelo recién entrada en la
juventud, de cuerpo formado, inquieta y con unas irrefrenables ganas de vivir,
yaciese junto a él por puro placer cuando, había sabido a través de sus
frecuentes conversaciones previas, mientras le pintaba la curva del seno o el
hoyuelo de la sonrisa, tenía por costumbre ganarse la vida aprovechando su
belleza a través de las artes del placer. Pintaba, o trataba de hacerlo, y
añoraba el calor de la buena palabra o la caricia íntima; la observación
natural de un bonito paisaje mientras respirara el aire puro.
Nunca se le vio perder la razón, lo que no le privó de gozar
del buen vino y algún licor más fuerte. Su pequeño círculo siempre le apreció
y, pese a creer haberse formado una fama de misántropo, era notoria su calidez.
Cuando se hablaba del destino, él decía que una parte se la leyeron en las
manos, otra a través de la inteligencia de un compañero penetrante y, el resto,
decía, está por descubrir. Estaba, por ello, seguro de que ya había conocido al
amor de su vida, y fue a una edad tan temprana que después se dedicó con arte a
los placeres carnales; sabía que moriría solo, quizá pintando, quizá observando
un bonito amanecer en lo alto del monte; pero no sabía si podría llegar a
pintar la extrema belleza que su recuerdo conservaba del amor de juventud.
Se hicieron las cuatro y con ello la hora del té, lo removió
con cariño mientras descansaba pensativo y, tras tomarlo, empezó a dolerle el
pecho con intensidad creciente. Dejó la taza, cayó sobre el sillón y se
desabrochó el cuello de la camisa. Respiraba trabajosamente, la cara le
enrojecía ante el espejo, quiso tomar un pincel para esbozar la figura de la
huella del amor sobre el hueco que dejaba el horizonte rosáceo del lienzo. Se
le cayó el pincel, tiró el lienzo al intentar acomodar las piernas, y cerró los
ojos angustiado. Entonces, cuando la vida ya se le iba, apareció iluminando las
sombras de sus ojos la visión espléndida de su amada. La mejor creación de su
imaginación le había llegado con su musa, que venía a a él para acompañarlo al final destino.
QUE BONITO, POR FAVOR DESARROLLA LA HISTORIA.
ResponderEliminarMuchas gracias. Te agradezco la sugerencia, pero este formato de blog sólo me permite historias breves. Sin embargo, espero que historias más largas puedan ver la luz algún día de una u otra manera. Un abrazo.
EliminarHola Eduardo soy Miguel, compañero de Arep y vecino de Sant Martí.
ResponderEliminarTu relato me ha parecido bello y estremecedor a la vez... pero me ha sabido a poco. Quiero que sepas que me gusta el dibujo y la pintura con “locura, son para mi una tabla de salvación. Me he sentido identificado con la atmosfera que has creado a excepción de la joven y bella modelo...
En relación a lo de que tus obras vean la luz algún día me gustaria que lo hablasemos si quieres. Mientrás tanto, si quieres mirate esta plataforma en la que participo www.artistasdiversos.org y en especial estos dos artículos www.artistasdiversos.org/es/noticias/item/1112-ganador-ilustracion y www.artistasdiversos.org/es/noticias/item/1103-dohelping
El martes hablamos si quieres
Este es mi blog en estos momentos sin actividad https://cocinandoencolores.wordpress.com/
ResponderEliminarBuenos días, Miquel. Me alegra que te haya parecido bello y, a su vez, lo suficientemente imperfecto como para saberte a poco: eso quiere decir que tengo la suerte de poder seguir aprendiendo. Estaré encantado de aprovechar la ocasión que me brindas de hablar contigo sobre el tema. Entretanto miraré los enlaces que me señalas con la ilusión de poder ver algo de tu obra, en ellos o en un futuro próximo. Un abrazo.
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