jueves, 25 de abril de 2013

La compañía adecuada

El otro día estaba decaído mientras veía por la tele la contundente derrota del Barça. No es que sea hincha de ese equipo, pero siento afinidad. Sin embargo, mientras la pantalla enviaba a mi mirada gol tras gol, alguien se preocupaba por mi estado de ánimo. El estado de ánimo era, en aquel momento, una circunstancia azarosa producto de un juego, pero lo realmente importante estaba en aquello que rodeaban mis brazos, incorporándose a tomar un sorbo de su cerveza de vez en cuando y, forofa ella, preguntando las normas del fuera de juego o del córner, sólo conectando con los golpes de furia que hundían a su equipo con los brazos en alto tras los goles. "Qué mal veo esto". Parece que el fúbol es un lenguaje universal. Sin embargo, aquella persona que se preocupaba por mi estado de ánimo me hacía percibir que mi decaímiento era simplemente fruto del fin de un sueño futbolístico y cierto cansancio, y que mi verdadero ánimo estaba ahí, al lado.

Esta mañana he echado un vistazo a las noticias, el fútbol totalmente olvidado ayer. Cambio de ciclo que parece llegar al Madrid ¿Quién dice que el deporte está reñido con el arte? Yo diría que muchas veces nos da muestras de arte, como los olímpicos de la antigua Grecia. Y sin embargo, esta semana el fútbol no ha podido nublar en Barcelona el día de Sant Jordi: una rosa y un libro. Una fiesta en toda regla. Su encanto... ¿no se estará volviendo este madrileño un poco más catalán con el oleaje del tiempo esculpiendo y modificando la figura de su cuerpo?

jueves, 18 de abril de 2013

Crecer

La belleza emergente de una joven recién salida de la adolescencia, que se manfiesta en toda su sensualidad en estos cálidos días que nos ha traído la primavera. Jóvenes, quizá cuatro o cinco años mayores, que ya no tienen tanto pavo pero parecen seguir viviendo en el florecimiento de su cuerpo. Uno se prenda de esa belleza. Pasa el tiempo y, un buen día, escucha a su lado en el metro la conversación de unas treintañeras sobre el embarazo de una de ellas. La belleza física ha iniciado su declive, y uno no se hubiera detenido en ellas en su afán de juventud. Pero hete aquí que un buen día le sorprende la llegada de la madurez, la aceptación de su propia edad y disfruta cotilleando esa conversación sosegada y juiciosa. Se da cuenta de que había obviado una parte de su propio crecimiento y cae en la realidad feliz del cambio a un nuevo estadio de su vida, donde la perspectiva es diferente, el cariño sabio, más cómodo y natural, y el sentido de la vida empieza a hacerse más transparente.

viernes, 12 de abril de 2013

De la cultura a la realidad

Mucha gente elogia las obras de arte intensas, quizá abrumados, quizá porque estas han logrado hacer un hueco en su corazón. Recuerdo cuando se estrenó "Antes que anochezca", por la que Javier Bardem obtuvo una nominación al Oscar. En un ambiente que empezaba a liberar del ostracismo a los homosexuales, personas que ni lo eran ni parecían tener una sensibilidad hacia el tema se mostraban ante los demás halagando la obra maestra que habían descubierto. Sin embargo, solo eran víctimas de una tendencia y, a lo sumo de una sensibilidad que no pasaba de la pantalla. Pero, todo hay que decirlo, había hecho aflorar algo. Luego, cuando en la vida real te encuentras ante situaciones que ponen a prueba tu ética o tu integridad, aunque tu felicidad esté en juego, las cosas se convierten en vida real y la prueba en experiencia.

Yo agradezco muchas cosas a directores de cine y escritores que me han mostrado mundos aparentemente tabús con una dosis de disparatada risa o una honda ternura. Pienso en "Mi vida sin mí", de Isabel Coixet, o en los cuadros de Lucien Freud. Y, si logras atravesar ese difícil muro de la convención social, puede aparecer en ti una concepción verdaramente ética, una visión de la belleza más tierna de la que nos anuncian las convenciones de la moda. Encontrar la felicidad saliendo de la ceguera en la que, creciendo, parece que el mundo ha querido instalarnos, sin perder los guiños felices de nuestro recorrido por la vida.

viernes, 5 de abril de 2013

Inspiración

Si de vitalidad se trata, obtenerla para escribir una novela puede consistir en la tópica (y, por otro lado, naturalmente típica, pues quién no ha tenido sus momentos, altos y bajos) experiencia vital intensa, más intensa de lo común; pero puede consistir perfectamente en una mañana disfrutando de un paseo por el parque, entre gente jugando con el perro, chavales con el balón, la hierba fresca bajo nuestros pies, descansar a la vera de un árbol y volver a casa quizá después de haber parado a comprar el pan. Con eso, uno puede sentir que sus pulmones se llenan, que la vida cobra sentido. También puede inspirarnos el recuerdo inesperado de amistades recientes o lejanas en una escena concreta que nos provoca una sonrisa. Quizá simplemente el gozo de cocinar un buen plato una mañana de sábado. Puede inspirarnos un juicio sereno sobre la realidad que nos rodea: cómo nos afecta la crisis, la madurez, la soledad, el exceso o la carencia de trabajo o de ocio. Así pues, no creo yo que se trate de proyectar una mirada hipnotizada al horizonte en busca de nuestra gran epopeya, pues las mayores aventuras pueden también aparecer en la vida corriente.